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10.8.15

Reseña: Hachiko. El perro que esperaba — Luis Prats



HACHIKO. EL PERRO QUE ESPERABA


Luis Prats
Ilustrador: Zuzanna Celej

La Galera
Páginas: 148
Autoconclusivo


Deben de haber echado esta película en la tele como mil veces, pero el caso es que yo aún no la he visto, y eso que siempre me entran ganas, pero como la encuentro ya empezada... así que cuando vi que salía este libro me dije que ya era hora de conocer esta historia. 

¿Existe la amistad? ¿Y la fidelidad? ¿Existen los recuerdos y las promesas? Esta historia te resolverá todos estos enigmas y alguno más. 

Es un paseo por la vida y las emociones de unos hombres y mujeres, y Hachiko, un perro como cualquier otro que nos da lecciones de lo que es la verdadera amistad. 

Hachiko llega de cachorro a la casa del profesor Eisaburo Ueno como regalo para su hija Chizoko, pero el profesor se encargará de su cuidado y nacerá entre ambos una gran amistad en la que Ueno le enseñará todo lo que pueda: el campo, el mar, los árboles en flor y muchas pequeñas cosas a través de sus ojos. Al casarse su hija se quedará a vivir con el profesor y su mujer, y ya no será posible separarlos. 

Hachiko lo acompaña cada día a la estación al irse a trabajar y le espera allí mismo a la vuelta, y los fines de semana van juntos a pasear al parque o a cualquier lugar, pues los dos son felices y disfrutan de cada momento. Esta felicidad solo se ve truncada por el mal humor y las quejas de Yaeko, la mujer del profesor, que incluso tiene celos.

Pero un mal día Hachiko espera a su profesor y su amigo no llega, seguirá esperando, esperando... un día y otro y otro, sin importarle el tiempo que pase ni las personas que están a su alrededor, que tratan de explicarle, pero él no lo entiende. Él espera a su amo, al profesor que le dijo que siempre cumplía sus promesas y que algún día subiría al tren con él.

El protagonista de esta historia ni siquiera habla, pero no necesita abrir la boca para abrirnos su corazón, sus sentimientos y su grandeza de espíritu. Es un cachorro precioso en el que el tiempo va dejando sus huellas, pero no en su espíritu, que sigue puro como el primer día. Y su amigo, el profe, Eisaburo Ueno, un hombre extraordinario tanto en su mente como en su alma, que hace de Hachiko su amigo, su gran amigo. 

Es una gran historia, y además una historia real, que sucedió en Japón entre 1924 y 1935; te enseña que son esos pequeños momentos y esas pequeñas cosas donde se encuentra la felicidad, como es disfrutando del vuelo de una mariposa, de un árbol en flor o de un copo de nieve. Nos devuelve a esas sensaciones y nos hace sentir emociones tan fuertes que las lágrimas no pueden ser controladas. 

Es una historia preciosa, tan bonita que me ha llegado al alma y tan bien contada, con esa sencillez y elegancia del autor, que desde ahora le tengo entre mis pocos libros preferidos, entre mis libros diez. 

Mención especial para la ilustradora Zuzanna Celej, con unos dibujos tan preciosos que están acorde con el relato.

No hay nada negativo de este libro: es precioso y he disfrutado con cada momento, me ha encantado desde la primera página hasta la última. Ojalá hubiera más historias como esta. 
En colaboración con La Galera